lunes, 28 de septiembre de 2009

Espectáculo

“Cosa que se ofrece a la vista o a la contemplación intelectual y es capaz de atraer la atención y mover el ánimo infundiéndole deleite, asombro, dolor u otros afectos más o menos vivos o nobles.” Tercera acepción del diccionario “on-line” de la Real Académica Española.


Cuando nos hablan de espectáculo tendemos a imaginar un gran teatro, una enorme pantalla de cine, un gran escenario repleto de luces y sonido o una gigantesca carpa de circo.


Siempre he intentado disfrutar del momento, escuchar la música en vez de oírla, saborear el trago que te lanzas al estómago, perderse en un destino, improvisar una conversación, doblar la esquina al final de la calle… en definitiva… disfrutar de la vida.


Son muchas las veces en las que busco esos momentos de disfrute. Una noche de teatro, un estreno de cine, un buen plato en tu restaurante favorito, poner una canción que te gusta conduciendo en la oscuridad de la noche, dormir acompañado del susurro del locutor/a de radio… pequeños espectáculos sensoriales que hacen más bonita la vida y más llevadero el camino.


Por otro lado tenemos los espectáculos casuales. Los espectáculos casuales son los que no buscamos, los que encontramos por casualidad al tiempo que caminamos por las gastadas baldosas amarillas. Disfrutar de la lluvia desde una ventana, refugiarse en el calor de un fuego durante una fría noche de invierno, sonreír ante un pasaje de un libro escogido al azar en una biblioteca, recibir una felicitación de una persona que creías que no te recordaba, escuchar el canto de un pájaro al tiempo que das un paseo, reconocer que una canción te encanta al tiempo que la estás descubriendo…



Hace unos días pude disfrutar de este “espectáculo casual”. En el aparece el “Kuroshio Sea” Okinawa (Japón), el segundo acuario más grande del mundo.


No sólo estamos ante un espectáculo visual, también sonoro. Son los “Barcelona”, un grupo estadounidense que se ha ganado la fama gracias a su tema “Please don´t go” pero sobre todo a la publicación de su canción en este video.


Una combinación perfecta, la belleza cautivadora de la naturaleza (artificial) en conexión con una de las obras más enriquecedoras del ser humano, la música. Una obra hecha a conciencia, un regalo para los sentidos.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Grande Ennio

Incansable músico y compositor de bandas sonoras de cine, Ennio, natural de Roma, es a sus más de ochenta años uno de los compositores de bandas sonoras más destacados de la historia del cine.

Compositor “problemático” por tener más de una trifulca con algún que otro directorcillo de cine (la más recordada con Pedro Almodóvar) entre otros motivos por intentar adaptar su estilo de composición a las películas cuando su método de trabajo no es ese, sino el contrario al de otros grandes directores como John Williams (Star Wars, E.T.) o Hans Zimmer (Gladiador, Rain Man…).

Pionero en hacer uso de recursos como los silbidos, las harmónicas y voces y trompetas desgarradoras fue el “ingeniero” del Western, ambientando algunas de las obras más grandes que ha dado este género: “Por un puñado de dólares”, “La muerte tenía un precio”, El bueno, el feo y el malo”… ¿quién no reconoce estas melodías?

Maestro de obras que todos guardamos en algún rinconcito de nuestras cabecitas como “La Misión” y “Érase una vez en América”, o su más reciente "Kill Bill II".

Mención especial para una de mis obras preferidas (musical y cinematográficamente) como es la bella, tierna y nostálgica “Cinema Paradiso”, película y banda sonora que por motivos que no vienen al caso marcaron un antes y un después en mi vida.


Compositor galardonadísimo, admirado por la crítica musical y fuente de inspiración de grandes compositores de nuestro tiempo. Parece increíble que un compositor que ha ambientado a más de quinientas películas, creando algunas de las bandas sonoras más queridas y recordadas de la historia del cine nunca recibiera un premio Óscar.

Empujado por el cariño, respeto y adoración de sus millones de seguidores, que no así de la industria cinematográfica, siguió trabajando duro haciendo frente al empuje de toda la “banda” de nuevos compositores expertos en reciclado musical, léase inspiración-plagio (Hans Zimmer) o las industrias que optan por la adquisición de derechos por parte de sellos musicales a dejar esta labor a un compositor, a crear una idea original.

La fuerza del trabajo del propio compositor y la admiración de sus millones de seguidores sirvieron para que la Academia de los Óscars se viera “obligada” a entregarle en 2006 un Óscar Honorífico por toda su carrera musical. Un premio que apenas resta importancia al grave error que ha cometido la Academia durante todos estos años ignorando el trabajo de un señor que lo ha dado todo por su trabajo, siendo el padre de algunas de las más recordadas y bellas sinfonías de toda la historia del cine.


Un ejemplo de superación, una leyenda viva, talento y tesón en estado puro, Ennio Morricone.

lunes, 14 de septiembre de 2009

¿Vas a algún sitio?

Carlos estaba cansado, ya eran las cuatro de la madrugada cuando se fijó en su reloj y decidió poner fin a la noche de fiesta. Todavía no hacía mucho fresco, era sábado, mediados de septiembre, y como todos los años no faltó a la cita de las fiestas patronales de Hurchillo, pueblo vecino en el que residían la mayor parte de sus amigos, y amigas…

Con un gesto rápido se despidió de algunos amigos, con una mirada de una amiga…

Subió a su moto, desactivó el bloqueo de la dirección, se incrustó en un casco integral y miró al frente.

- ¡Carlos!
- …
- ¿Sí?
- …
- ¿Sí?
- …
- Lleva cuidado…

Esa mirada… hubiera hecho cualquier cosa que le pidieran esos ojos…

Miró al frente, dio total libertad al gas y pulsó el sistema de combustión. Un estruendo atronador se burló del silencio y un pequeño haz de luz desapareció a toda velocidad por el camino rural que llevaba a Arneva.



Quizá no era lo correcto, no… no lo era… pero hacía tiempo que esa mirada le robaba el sueño, le oprimía durante el día y le producía una sensación de ansiedad que nada podía calmar… nada salvo la velocidad. Sabía que no era lo correcto, que no lo hacía por placer, que era un maldito cobarde y lo hacía para escapar…

Todo esto y más ocupaba la concentración de Carlos cuando algo le hizo hacer una peligrosa maniobra y frenar en seco.

- ¿Pero que haces? ¡joder casi te mato!
-.
- ¿Qué haces en medio del camino? ¿no deberías estar ahí? ¿lo sabes?
- .
- Oye, ¿estás bien? Me has dado un susto de muerte. Es muy tarde, ¿qué hace una chica a estas horas por este lugar? He pasado mil veces por esta carretera, nunca hay nadie a estas horas, ¡no hay una casa en menos de doce kilómetros!
- .
- Dime algo, por favor, ¿vas a algún lado?¿te encuentras bien? ¿estás sangrando? ¡estás sangrando! ¡llevas sangre en el pelo! ¡te acercaré al hospital!
- No…
- ¿No? ¿Cómo que no? ¿dónde vives?
- Allí…
- ¿Allí? ¿dónde es allí? ¡sube! ¡no hay tiempo que perder! Sólo podías ir hacia adelante, ¿también eres de Arneva? da igual, ¡sube!

Se aseguró de que la chica no perdiera el equilibrio y soltó una enorme bocanada de gas que hizo que se perdieran en el fondo del camino.

Quizás aquella fue la única vez que tuvo motivos para correr. La velocidad era desmesurada, lo era… pero la ocasión lo merecía. Las heridas no son buenas, nunca, pero todavía menos si ésta es en la cabeza.

- ¡¡¡Oye!!! ¡pégate a mí y no mires hacia los lados!
- ¡¿Oye?!
- Sí…
- ¡¿Me has escuchado?! ¡Mira al frente!
- .

Aumentó la velocidad… conocía ese camino de memoria, lo hubiera recorrido con los ojos cerrados… trescientos metros de recta, un leve giro a la derecha, una curva pronunciada a la izquierda y dos mil metros de recta para acabar… llegaría a tiempo…

Pensaba en que hacer a la llegada al pueblo, a donde ir, a quien pedir ayuda… cuando sintió un leve pinchazo en su hombro… la chica se agarraba con mucha fuerza… tanta que sentía sus dedos hundirse en su carne. La chica pegó su cabeza al hombro de Carlos y le susurró unas palabras ininteligibles…

- ¡¿Has dicho algo?! ¡¡no te he oído!!
- .
- ¡¡Aguanta un poco!!
- Cu…i…da.do…
- ¡¿Cómo dices?!
- Cuida…do…
- Me he mmatado en esa curva…

martes, 8 de septiembre de 2009

Óxido sobre el recuerdo (2ª Parte)

En un tiempo muy lejano…

…existió una tierra que fue admirada, seducida, maltratada y repartida… en este orden. La tierra era América, y hablamos concretamente del noroeste de los EEUU (lo que hoy conocemos como Washington).

Los beneficiados del reparto fueron el presidente de los EEUU (Franklin Pierce) así como sus ciudadanos. Los perjudicados fueron los Suwamish, una tribu de indios americanos, pieles rojas, guiada por la sabiduría y el consejo del jefe Seattle.

El proceso de “conquista” se originó con el envío en 1854 de una carta del presidente de los EEUU a la tribu, en la cual ofrecía una cantidad de dinero y una reserva a cambio de sus tierras, lo que era la compensación estándar de aquellos tiempos.

Un año después el jefe Seattle dio su respuesta a través de una carta. Una respuesta que llegó a convertirse en la declaración medioambiental más profunda, poderosa y bella de todos los tiempos.

En su declaración el jefe Seattle comentaba… “mis palabras son como las estrellas, nunca tienen ocaso” Violaron la tierra en la que vivía, desterraron a su pueblo, mataron a sus hijos, pero sus palabras todavía perduran con la misma fuerza que antaño…

La voz del casete:

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Óxido sobre el recuerdo

“El tiempo acaba siempre borrando las heridas. El tiempo es una lluvia paciente y amarilla que apaga poco a poco los fuegos más violentos. Pero hay hogueras que arden bajo la tierra, grietas de la memoria tan secas y profundas que ni siquiera el diluvio de la muerte bastaría tal vez para borrarlas. Uno trata de acostumbrarse a convivir con ellas, amontona silencios y óxido encima del recuerdo y, cuando cree que ya todo lo ha olvidado, basta una simple carta, una fotografía, para que salte en mil pedazos la lámina del hielo del olvido”.


Hace unos días leyendo este pasaje de “La lluvia amarilla” (Julio Llamazares), recuperé de la memoria muchísimos recuerdos, quizá demasiados. Si no el más bonito, si el más nostálgico fue el recuerdo de la infancia. Recordé las noches en las que entraba en sueños acompañado de la voz de mi padre.

Mientras mi madre daba la bienvenida a la noche viendo películas (mayormente de serie b), tradición que años después continúa su hijo, yo me acercaba a la habitación donde dormía mi padre y le pedía permiso para dormir con el. El me lo daba… aunque sabía que buscaba algo más que su compañía… sus historias...

Recuerdo muchísimas historias: personajes extraños y terribles que deambulaban por las calles de nuestro pueblo, tradiciones antiguas de sentido actual, anécdotas familiares, etc… pero quizá las que recuerdo con mayor frescura son las historias de héroes. Seres prodigiosos, mágicos, fuertes e inmortales que volaban a lomos de sus oscuros y poderosos caballos camino de una enorme tierra plateada: la luna.

Recuerdo un casete que mi padre guardaba en “su cajón” y que todavía conserva. Un casete que nos acompañaba en la mayoría de las noches de relatos. Recuerdo una voz áspera, dura, de acento marcado, que nos mandaba un mensaje, un mensaje muy importante, un mensaje que todos debían escuchar... era la voz del gran líder de los héroes.

Mi padre la puso una noche, y otra, y otra… así hasta que quedó grabada en mi cabecita repleta de magos, duendes y demás fantasías. Nunca la olvidé.

Con el tiempo supe que el mensaje era cierto, que el gran líder de los héroes realmente existió y que su mensaje ha perdurado en el tiempo con la misma fuerza con la que se originó…

En un tiempo muy lejano existió una tierra...



To be continued…