miércoles, 30 de diciembre de 2009

Crónicas de Dourmes (V)

Pasaba muchas horas en mi habitación, y es que allí poco tenía que hacer.


Conmigo habían algunos libros que conseguí traer: “El arte de la guerra”, “Un mundo feliz”, “Firmin” y una biografía no autorizada de mi actor favorito, Al Pacino. La selección de los mismos resultó muy sencilla.


El primero porque aunque lo leyera mil veces siempre tendría algo nuevo que aportarme, el segundo para recordarme lo repugnante que podía ser el ser humano, el tercero para consolarme sabiendo que siempre había alguien en una situación más incómoda que la mía, y el cuarto para recordar el mundo real. El mundo del que venía y al que probablemente nunca volvería.



También llevé conmigo un reproductor de música de bolsillo, en el cual solo me dio tiempo a insertar once pistas de Edvard Grieg. No era mucho, pero podía complementarlo con la radio.


Por último también traje mis gafas de sol. Hacía más de seis años que las tenía y todavía mantenía la esperanza de que algún día encogieran. Eran enormes, herencia de mi madre.


Eran días de soledad e ignorancia, quizá por esta razón releía a “Firmin”.


Firmín era un pequeño ratón que nació en una vieja librería, cuyo único alimento era el papel de los libros que allí habían, y cuyo sueño era el de conocer el mundo exterior, aquel del que hablaban los libros.


Así estaba yo, sola, encerrada y condenada a alimentarme de la humedad y la tristeza de aquel lugar.

Quizá me convenía salir, conocer aquello de lo que estaba rodeada, y sin lugar a dudas la ventana de mi habitación retrataba perfectamente aquel lugar, el bosque.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Crónicas de Dourmes (IV)


Pasaba los días sumida entre recuerdos pasados, el presente que importaba… Mi padre no me hablaba. Desde que llegamos sus únicas palabras fueron: “Este es el pueblo”, “esta es nuestra casa”, “esta es tu habitación”. ¿El pueblo?, ¿Nuestra casa?, ¿Mi habitación?. ¿Valía la pena preguntar? Todo se limitaba al silencio sepulcral y eterno de aquel lugar.


El pueblo era diminuto, la casa vieja y mi habitación oscura. Todas las casas eran de una planta y la mía no iba a ser menos. Compuesta por unas enormes piedras oscuras apiladas las unas sobre las otras se levantaba el que desde esta semana se había convertido en mi nuevo hogar. Su tejado estaba compuesto por tejas gastadas repletas de piedras, moho e incluso algún tipo de vegetación que no acertaba a distinguir.


Contaba con una única puerta, y aunque no distinguía si era de madera o metal si podía jurar que pesaba más que el todoterreno de mi padre. ¿Por qué una puerta tan pesada para una casa tan sencilla?



En su fachada principal también se dibujaba una enorme ventana, cuadrada y compuesta por dos docenas de vidrios repletos de suciedad, de los que apenas diez habían soportado el paso de los años sin resquebrajarse.


En la parte de atrás no había mucho más. Algunos mástiles clavados en el suelo y un montón de escombros hacían pensar que en otro tiempo hubo un pequeño corral destinado al ganado o similar.


Si el exterior era desolador, el interior tampoco me iba a defraudar.


Había un pequeño salón con una chimenea al fondo. Éste estaba decorado con algunos utensilios de caza y compartía espacio con los fogones de la casa. A la derecha había dos diminutas habitaciones con dos camas también diminutas. La de papá era la que se veía desde la calle. Mi habitación daba al corral, desde la cual se podía ver el gran bosque.


La oscuridad, el frío y la humedad habían sido sus únicos huéspedes, hasta ahora…



domingo, 13 de diciembre de 2009

Crónicas de Dourmes (III)

Cuando mamá se marchó nada ni nadie cambió, salvo papá.


Han pasado diez años desde entonces. Diez años en los que volqué todo mi tiempo y dedicación en la tarea que mamá me encomendó: escuchar.


En una ciudad es imposible aburrirse, o al menos complicado, hay mucho por escuchar. Las calles están abarrotadas de gente, y aunque nadie conoce a nadie, todos hablan en voz alta como si estuvieran en su propia casa.


Era en el metro donde escuchaba las conversaciones más reveladoras e interesantes. Además tenía mucho tiempo para escuchar, y es que el instituto no quedaba cerca de casa, y puesta a ser sincera he de reconocer que muchas veces me quedaba dormida.



Las palabras entremezcladas de la radio de fondo, junto al calor que desprendía la calefacción y el suave balanceo del vagón me causaba una sensación muy relajante, casi balsámica, hasta el punto de dejar atrás mi destino y darme cuenta pasados muchos minutos e incluso kilómetros.


Mis conversaciones favoritas se daban entre las señoras entradas en edad. Resultaba muy gracioso escuchar lo vagos, aburridos e inútiles que eran sus maridos, y la seriedad y convicción con la que lo relataban.


Me preguntaba por qué seguían casadas. Por qué no se marchaban como mamá, por que aguantaban en ese estado de letargo continuo y no comenzaban a vivir… ¿sabían que vidas solo hay una?


Yo nunca seré tan estúpida como para dar todo o parte de mi vida a una persona que no me aporta nada. A veces pienso que fueron estas señoras y sus conversaciones las que me ayudaron a comprender la decisión de mamá. Seguro que quería vivir su vida, su propia vida, y seguro que papá se lo impedía, y también yo. Seguro que nos dejó por ese motivo, y sinceramente no le guardo rencor.


También me entretenían las conversaciones de los señores. Siempre tan risueños ellos. Comenzaban hablando del tiempo del fin de semana. No sé que costumbre era, no la comprendía, pero prometo que era lo más parecido a un ritual: pronóstico del tiempo, situación del trabajo, últimos acontecimientos deportivos, y… la mujer.


La mujer salía mucho, la mujer hablaba demasiado, la mujer derrochaba en exceso, la mujer trabajaba lo justo, la mujer limitaba su tiempo de ocio… ¡pero eran tan risueños!


Resultaba muy curioso porque lo contaban entre risas. Relataban una vida de catástrofes, infortunios y aventuras descafeinadas pero parecían felices, cual fiel perrito que anhelante espera su mugriento y sucio hueso de las manos impolutas de su soberana propietaria. Los hombres me repugnaban.


Dicen que generalizar no está del todo bien, o al menos no es justo, pero se hace harto complicado pintar un edén cuando un día tu lienzo desaparece y tu paleta de colores se vuelve gris.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Crónicas de Dourmes (II)

El paso de los días le hacían sentir más sola, vieja e inútil que en cualquier lugar de este mundo. Sencillamente no había nada que hacer.


Había sido raptada, ¡eso era! ¡raptada!. No es normal que te levantes un sábado por la mañana y al tiempo que te diriges a la cocina a desayunar te encuentres tu maleta en la calle. Muchas preguntas, pocas respuestas, ¿pocas? ¡ninguna!. Nos vamos, punto.


Su padre era así, serio, discreto, testarudo y de pocas palabras. Un alma solitaria que hacía más de diez años que navegaba sin rumbo en este mar de encuentros, problemas y despedidas que es la vida. Un pirata solitario, sin barco, sin tripulación, sin carisma, sin isla, sin tesoro que conquistar…


Leica recordaba con nostalgia los días en que su padre la acompañaba a pasear en bici, a comer al parque, a leer en la biblioteca, a ensuciarse al descampado, a soñar al cine… Su padre fue una persona substancial en su infancia, el ser que le mostró el mundo exterior tal y como el lo conocía, con sus desgracias y bendiciones.


También recordaba el momento exacto en el que todo acabó: la marcha de su madre. Si su padre le mostró la corteza del fruto de la vida, su madre le enseñó a sacar su jugo. Le mostró lo divertido y a la vez complicado que puede resultar conocer a las personas de tu entorno. Jugaban a adivinar secretos sobre ellas. Secretos que nunca se contaban pero que poquito a poco conocían. ¡Nada de preguntas! Hablaban, jugaban y sobre todo escuchaban. Fueron muchas las veces en que le recordó la importancia de escuchar.


- Leica algún día serás mayor, como mamá. Saldrás fuera, lejos…

- ¿Cuánto de lejos?

- Muy lejos Leica.

- ¿Mamá pero tú vendrás?

- Mamá siempre estará contigo Leica, pero tendrás que escuchar.

- ¡Yo siempre escucho mamá!

- Tendrás que escuchar mucho Leica. Mucho…


Más de diez años hacía de aquello, más de diez años hacía que su madre les dejó a papá y a ella, se desvaneció, les olvidó, desapareció…


Como todos los domingos Leica se levantó temprano, buscó sus gafas azules en la mesita, se calzó sus zapatillas verde manzana y en silencio y en la oscuridad más absoluta se dispuso a invadir la cama de sus padres. Con mucho cuidado abrió la puerta de la habitación y asomó su minúscula cabecita pero no encontró lo que esperaba. Su padre estaba sentado en la cama, cabizbajo, de espaldas a la puerta y con un papel arrugado en las manos. Leica nunca había visto llorar a su padre, tampoco en ese instante, aunque estaba segura de que lo hacía en silencio.


Desde aquello papá cambió, su carácter alegre y franco se volvió gris, hasta el punto que parecía haber abandonado este mundo para vivir únicamente del recuerdo.


viernes, 27 de noviembre de 2009

Crónicas de Dourmes

¿Por qué todo debía ocurrirle a ella? ¿y por qué todo malo? No hacía más de dos días que se había mudado allí, un poblado perdido… olvidado… una idea estúpida, otra más, otra de su padre… siempre tenía ideas estúpidas pero esta superaba todas.


Vivía tranquila en su ciudad, se sentía cómoda con su gente, eran sus amigas, eran sus lugares, era su mundo. Vale que había decidido pasar de las clases, pero le gustaba su vida. Si esto era un castigo, si de verdad lo fuera…. esta vez se estaban pasando.


Aquello no era una vida, ni siquiera era una ciudad. Un maldito e inaccesible poblado de no más de quince habitantes, perdido entre una maraña de montes y riachuelos camino de ninguna parte. Quince horas de trayecto en coche para llegar a aquel lugar, de saberlo hubiera saltado por la ventanilla, en marcha si era necesario.


Todavía no había contado sus casuchas, quizá por vergüenza… ¿qué más daba? Estaba segura de que no habían más de nueve, puede que diez. De lo que sí estaba segura era de que todas podían incluirse en alguno de estos tres considerados grupos: las destartaladas, las olvidadas, y las muertas. Todas ellas aderezadas por unas callejuelas sucias y malolientes.



El murmullo continuo de sus gentes formaba parte de la acústica de aquel lugar, y no había más. ¿Por qué diantre no se escuchaba un sonido en aquel lugar? Ni una voz por encima de otra, ni un portazo, ni un jodido teléfono… La única llamada que escuchaba era la que incitaba al suicidio. No sabía como era la muerte, pero no podía ser peor que aquel infierno.


Un infierno gris, un poblado impregnado de olvido, un esbozo destinado a desaparecer en la más oscura y mísera de las cloacas… un lugar inhóspito y mugriento con la única compañía de una camada de ancianos degradados, que apuraban sus últimos años de vida alimentando bestias a las que nunca sacarían partido y hierbajos que nunca crecerían. Ratas…


Daba lo mismo lo que dijera el reloj, aquel frío no era de este mundo, tampoco su humedad. Suelos, techos, paredes… todo quedaba impregnado por una acuosa y asquerosa sustancia viscosa. Podías sentir tus huesos empapados durante el día y la noche.


Dos riachuelos bañaban el poblado, y los dos sabían a tierra y a heces de ganado. El primero de ellos marcaba el límite del poblado por el norte, donde daba comienzo un inmenso y tupido bosque de olmos y algunos robles. El segundo empapaba la entrada al poblado, la zona sur, donde quedaba el desvencijado cartel de madera que podrido por la humedad del lugar anunciaba el nombre de este infierno… “Dourmes”.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Descanso camionetero

Yo solía ser de los cuates que agarraban un lugar junto a la ventanilla de la camioneta y se dormían todo el camino. Estaba perfectamente sincronizado, siempre me despertaba una cuadra antes de mi casa. Pero ahora la cosa está difícil. Cuando vos subís a una camioneta el promedio de vendedores que se suben a gritar es de tres o cuatro, dependiendo de la ruta y de lo largo del trayecto.

Aparte de los vendedores también se suben supuestos mareros y drogadictos rehabilitados casi amenazando si no das pisto, mujeres con bebés a cuestas (a veces
prestados), niños que gritan coros evangélicos. Tené por seguro que siempre habrá alguien que te despierte. Si no es un vendedor, es una señora embarazada casi a punto de explotar la que no deja dormir.

Te hacés el dormido un rato, con la esperanza de que alguien más le dé lugar, pero luego abrís un ojo y mirás que la mujer no se ha sentado, y entonces no te queda otra que darle tu asiento, porque tenés esa manía de querer ser buena gente para que los demás no te miren mal. Aunque para tus adentros maldigás a la preñada. Los ancianos de bastón, los ciegos y las señoras con niños pequeños, suelen causar el mismo efecto.


En ocasiones es el ruido del motor de la camioneta lo que truena como cuetes de navidad. Cuando está caminando es un ruidajal y cuando está parada (la camioneta) es una vibración que hace sonar las ventanas y que te pique la nariz. Por supuesto que está el infaltable brocha (o asistente administrativo del chofer) que regaña a los pasajeros, grita que atrás está vacío y dice que son tres las filas.

Pero si tuviste suerte de que nada de esto te perturbe, delante de vos estará una señora que está chismeando a gritos por celular. Que si a la fulanita la dejó el marido porque le descubrió su amante, que si el nene es el primero en su clase (el número de niños superdotados es casi infinito en estos tiempos), que si la zutanita es una creída porque ya no le habla después de que la ascendieron a jefa, que si el otro menganito está tan bueno que con él si le quema la canilla a su marido.
Ya nada es como antes.

Ya no se puede dormir como la gente en las camionetas porque cada vez la gente se empecina más y más en que vos no descansés. Todo esto es producto, supongo yo, de la envidia que generaba el vernos a nosotros, los bellos durmientes, dormir plácidamente todo el camino. Es una injusticia más del sistema, ese sistema que por más que lo destruyan y lo vuelvan a hacer no se va a componer.

Quiero desde aquí, desde este humilde rincón internético dedicado a las causas más sublimes y justas, hacer un llamado a la reflexión a la sociedad, para que nos devuelvan a nosotros, los dormilones, esas horas imprescindibles de descanso camionetero.


Por José Joaquín López

lunes, 16 de noviembre de 2009

Los domingos por la noche

¡Los domingos por la noche! No se pone la mesa ni se hace una auténtica cena. Cada cual va desfilando por la cocina para picar al azar un tentempié que aún viste galas de domingo. Los amigos se han ido a eso de las seis. Queda un largo margen. Nos preparamos un baño. Un auténtico baño de domingo por la noche, con mucha espuma azul, mucho tiempo para quedarse allí flotando entre dos atisbos algodonosos, brumosos.

El espejo del cuarto de baño se empaña, y se reblandecen los pensamientos. Eso sí, olvidarse de la semana que concluye, y más aún de la que va a empezar. Caer en la fascinación de esas diminutas ondas que se forman en las puntas de los dedos arrugados por el agua caliente. Y cuando se vacía la bañera, extraerse de allí. ¿Coger un libro? Sí, más tarde. De momento un programa de televisión para ir tirando. El más estúpido nos irá de perlas. ¡Ah, mirar por mirar, sin causa, sin deseo, sin pretexto alguno! Algo parecido al agua de baño: un embotamiento que amodorra y nos llena de un bienestar palpable. Esa sensación de que ya nos sentiremos a gusto hasta la noche, como un estar en zapatillas mental. Entonces es cuando asoma el punto de melancolía.


Poco a poco el televisor se nos hace insoportable y lo apagamos. Nos trasplantamos fuera de allí, a veces hasta la infancia, nos invaden vagos recuerdos de paseos a pasos medidos, sobre un fondo de inquietudes escolares y amores quiméricos. Nos sentimos inundados. Es tan intensa como una lluvia de verano esa pequeña nostalgia que se insinúa, ese medio estar que vuelve, familiar - son los domingos por la noche. Todos los domingos por la noche están ahí, en esa falsa burbuja donde todo flota en lo vago. En el agua de baño emergen las fotos.

Hace unos días en una charla familiar salió el tema: ¿qué día de la semana te gusta más?. El domingo fue el día más castigado de todos... en cambio a mi me encanta. En mi opinión, nadie define mejor un domingo que Philippe Delerm. Una auténtica delicia.

Esta semana han sido varias las blogeras que me han dicho que esta semana se estrenaba "Twilight II". Reconozco que la primera película, en mi opinión, no pasó de "normalita", aunque las personas que leyeron las novelas dicen que estuvo bastante bien. Otro cantar (nunca mejor dicho) es su banda sonora... me parece magnífica. El diseño de esta semana va dirigido en especial para este grupito de fans de la saga.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Ya no puedo pero… ¡Aún puedo!

Hace unas semanas estaba cenando acompañado del telediario de TVE: crisis, Pakistán, violencia de género, caso Marta, Cristiano Ronaldo, vuelta a la crisis económica, intercambio de descalificativos entre políticos, multas a la prostitución, más crisis económica…


Un telediario cualquiera si no fuera porque entre ellos se coló un chico de Alcorcón, Raúl. Un chico con ELA (Esclerosis Lateral Amiotrófica).


Al parecer este chico tenía un blog y dedicaba parte de su tiempo a contar sus experiencias en el. A los pocos minutos pusieron un reportaje sobre su persona y sobre su día a día.



Fue tal la impresión, la curiosidad y la expectación que despertó en mi el reportaje que decidí ponerme en contacto con el para interesarme sobre su estado, para agradecerle los esfuerzos que está realizando y para darle todo mi apoyo y cariño. Finalmente fue más de un mensaje.


Su respuesta fue: "Hola Pascual, gracias por tus palabras y bueno encantado de que incluyas mi blog en el tuyo. Me he dado una vuelta y me encantará conocerlo. Yo también suelo estar hasta altas horas de la noche. Un abrazo. Raúl"


La entrada de esta semana va dedicada a Raúl. Con ella me gustaría que conocierais a personas como el. Personas que dedican gran parte de su tiempo a luchar. Luchar contra uno mismo y a luchar contra todo lo que le parece injusto en esta vida.


Una persona con una energía contagiosa, una simpatía agraciada y un corazón enorme.


Desde aquí os invito a visitar su blog. Nadie como el os relatará su historia, y la de muchos.


Un fuerte abrazo Raúl.

sábado, 31 de octubre de 2009

Acto de inauguración

Hace unas semanas me encontré con un amigo de los de toda la vida en una fiesta local. Llevaba una cámara de fotos.


Casualmente unos días antes me había marchado de expedición a un pantano cercano para fotografiarlo. Me comentó que estaba interesado por la afición y que había hecho un curso de iniciación a la fotografía.


La fotografía es una afición que siempre me ha llamado la atención. Capturar paisajes, movimiento, miradas, emociones, momentos… es algo mágico.


La tarde del pantano me di cuenta de dos verdades absolutas. La primera: me gusta hacer fotos. La segunda: tenía que deshacerme de esa cámara.


Esa misma semana la puse en venta y gracias a un amigo de Cádiz al que estaré eternamente agradecido pude hacer una buena compra. Ya tengo cámara nueva.


Hace unos días probé a introducir una nueva sección en el blog: “Mis fotos” y tras unas semanas en observación he comprobado que salvo algunos pequeños errores funciona realmente bien. La sección la encontrareis a la derecha, justo debajo de las noticias. Las imágenes pequeñitas son las novedades que voy subiendo, y para ver la colección completa tenéis que pulsar en “Galería”. Cronos vete al carajo…


Aprovecharé el acto “oficial” para “dedicar” algunas de las fotografías a los amigos/as habituales del blog.


Flor de Lis


No tengo el gusto de conocerle/a, o al menos eso creo. No lo/la conozco pero por sus buenas formas apostaría a que es más blogera que bloger. No hay color que me guste más para una dama que el morado, esta es para ti.



Pedro


Mi compañero de mil batallas y proyecto de químico alterado por el orden de los factores que nadie comprende. Te encantan los animales. Para ti un primer plano de Leonardo da Vinci, mi tortuga.



Marta


Excelente cuenta cuentos y mejor persona. Para ti esta casita que encontré hace unas semanas. Me recuerda a la casita abandonada de los trotamúsicos.



Anónimo


Fue la primera hechicera que conocí, y realmente la última. Para ti tengo algo que siempre llevas contigo.



Y para todos los demás…


Si os animáis a cruzarla estáis invitados al festín. De primero tenemos revuelto de verduras con setas, de segundo dorada a la sal con patatas asadas, el postre es una sorpresa y la bebida a vuestra elección…



Todas las semanas pongo un video, y siempre esta dedicado a vosotros, pero el de esta semana va indicado especialmente para Marta. Mucho ánimo.


La semana que viene os hablaré de un compañero muy especial. No por lo que es sino por lo que está consiguiendo. Me consta que lee estas líneas. Sabrá que escribo sobre el.

domingo, 25 de octubre de 2009

De copas con Alfredo

Aunque sus padres son italianos, el nació en los Estados Unidos.


Su padre le abandonó cuando no tenía más de dos años. Su madre murió cuando el era un chaval.


Trabajó de camarero, acomodador de cine, transportista, mozo de almacén… . Reconoce que consume drogas… o las ha consumido. Estuvo en la cárcel.


Ha tenido cinco relaciones serias (una de ellas con Madonna), tuvo dos hijos y una hija con parejas distintas. Fumaba cuatro cajetillas de cigarrillos al día… sus dos mejores amigos de la infancia murieron a causa de las drogas.


“Hace poco tuve un clavo en el dedo gordo del pie izquierdo. Le dije al doctor “Mejorará, ¿no?”. Me dijo que no. Y me di cuenta de que hay una edad en la que las cosas no mejoran automáticamente… si seguimos hablando así, me fumaré toda la cajetilla”.


Alquilaba su cuerpo prostituyéndose en la calle a cambio de unas monedas para no dormir en el banco de un parque.



Le gustaba el teatro… se presentó a una prueba para entrar en una academia artística de barrio y le negaron la entrada. Es muy bajito, con su metro sesenta y cinco de altura apenas destacaba entre el resto de aspirantes. Ama la ópera y la obra de Shakespeare.


Con el tiempo llegó al cine… rechazando los principales papeles de Apocalipsis Now, Star Wars, Pretty Woman, Seven, etc…


Tuvo que esperar veinte años desde su primer trabajo para recibir un galardón de renombre. Asistió drogado a una nominación de un galardón por parte de la Académica de los Oscar.


" Llega un momento en la vida en que uno tiene noción de su propia mortalidad. Uno comienza a ver la muerte de cierta forma. A partir de entonces se comienza a ver al prójimo con nuevos ojos. Dicen que eso ocurre cuando uno está en los treinta”


Apenas habla en público. Sólo concede entrevistas a un amigo íntimo y periodista (Grobel).


Siempre viste de negro. Siendo una de las personalidades más ricas de Hollywood vive en un pequeño piso en Manhattan. Utiliza un nombre ficticio en su correo personal para que no le molesten. Al contrario que muchos actores de renombre, adapta sus personajes a su personalidad.


“La felicidad no existe, sólo la concentración. Cuando estás concentrado, eres feliz. También eres feliz cuando no estás pensando demasiado en ti mismo”.


Un personaje extraño… una persona que ha roto todos los moldes prefabricados de Hollywood. Siendo uno de los “productos” más queridos y demandados por los amantes del cine, apenas se deja ver en pantalla.


Un señor que vive de su trabajo y para su trabajo.


Siendo egoísta, ojalá nunca deje de hacerlo.


Alguna que otra vez me han dicho eso de… “¿cuál es tu actor favorito?” Nunca he sabido dar una respuesta concreta… pero sin lugar a dudas Al Pacino estaría entre los tres primeros…



Entrecomillado obtenido de “Conversaciones con Al Pacino”, ensayo de Lawrence Grobel.

domingo, 18 de octubre de 2009

Gente chueca

Probablemente suene a nombre de barrio…

Según la jerga común de algunos países latinos un chueco es alguien mal hecho, defectuoso, torcido o inútil. En nuestra tierra nos resultan familiares términos como minusválido, subnormal, inválido, lisiado, tullido, retrasado…

Lo siento pero no puedo creer eso de que “todos somos iguales”... Son diferentes. Pero ¿en qué lo son?

Algunos recorren el camino más despacito, otros precisan de sentidos de apoyo: un ángel de la guarda que les acompañe del brazo, una maquinita que les susurre la voz del mundo, una silla viajera, un bastón mágico… pero todos tienen algo en común… despiertan expectación allí donde van.

He tenido la suerte de crecer en el seno de una familia que me ha acompañado siempre, que gastó mucho tiempo en guiarme con una educación clara y en lo más importante, mostrarme algunos de los valores más importantes de la vida. Respetar para ser respetado.

Crecí junto a algunas personas chuecas. Personas que me mostraron y me siguen mostrando el cariño más desinteresado y puro que he sentido en mi corta vida.

Creo que no hay mejor forma de conocer a una persona, de saber del sentimiento humano, de aprender de la misma vida que ponerte en el lugar de los demás. La empatía es una palabra especial, con un concepto maravilloso y unos resultados destilados. Con una única dosis diaria de empatía evitaríamos muchas miradas de paso, silencios innecesarios, sentimientos de culpa, sonrisas amargas y algunos destellos de ingeniosas ingenuidades… ¿Cuantas veces hemos escuchado lo de que… “los tontos son más felices que los listos”?

¿Quién no ha pensado en el suicidio? ¿Quién no ha maldecido un día? ¿Quién no ha dejado de hablar por algo que solucionaría hablando? ¿Quién no entristece porque no encuentra la felicidad? ¿Quién no ha llorado en su propio entierro?

Os dejo un video si me prometéis que lo veréis cuando tengáis un huequecito.


Hace unos días una personita asidua a este blog, pero que todavía no ha escrito en él, me dijo que escribía cosas tristes, que escribiera algo más alegre. “Te lo prometo”, le dije. Espero no haber defraudado a nadie.